Como artista, participante en el mundo y uno más de esos individuos que se dedican precisamente a serlo paradójicamente, saludo desde esta tierra mestiza con mi obra y nombre.
Soy de Torreón, Coahuila (1972). Primaria con gringos; luego, incorporados a la UNAM, Jesuitas; aunque nunca me licencié: soy artista, y me muestro en el mundo como tal: universal con cicatrices y rasgos propios de mi tiempo y nacionalidad.
Aquí no hay licencias que acrediten ninguna búsqueda de ningún hilo negro, ni bato académico.
Creo en el maestro, que, aunque suela estar en la academia, es preferible en su carácter exótico; lo sé por experiencia y agradezco.
Éstos son acontecimientos.
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El arte es de imágenes, pues, universales que nacen de un lugar humano y específico en el planeta. Ese lugar específico debiere escucharse más detenidamente en conciencias aún dormidas (¿dopadas?) de tierras como la nuestra; porque la reverencia y culto a la personalidad y a nuestra maquiavélicamente mitificada tradición esterilizan desde temprano a muchas nuevas cabezas.
Existe quien mira con buen gusto sin olvidar al cristal con que se mira, cristal del que sí sabe la academia, como sabrá que la historia, por dúctil que sea, sola se pinta.