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Debo hablar de tierra e historia, de mis antepasados que hubieron ganado su apoteosis a pura ley de pueblo, por el brillo del sol que edifica en algún temprano tiempo nuestras pasiones y padecimientos.
Soy el representante mejor de mi planeta, de mi pueblo, de mi estilo, y soy el mejor porque soy el único que queda; y así, el rey que contrae su memoria e ideas para ubicar y concebir simplemente nombrándose en el cosmos; abstracción de él y en él, pues sufro y soy esa contracción, concentración, dirección e inducción, y aquella Razón Pura, intuición, genética y destino; soy participación inevitable y expresión del poderoso descubrimiento del saber asomándose de entre alguna sin razón…
y esa irremediable desazón, pues ya jamás regresarán esos seres maltratados por mi ignorancia o ignorados en sí ni siquiera para golpearme de vuelta mientras viva; no podré pagar con anterioridad ninguna cuenta.
… Y brillará la entropía por su ausencia, pues la ciencia, aunque la escribe, no pinta con ella.
Tengo un informe que dejar con el fin de comenzar a decir con líneas que se hicieran de esplendor y decadencia algo que dejara de sonar: El rey está hecho de cuerpo y pueblo, y el triunfo que deviene es de la voluntad y las estrellas, no de él, aunque así lo creyera; va diciendo lo que ve inevitablemente somos: testigo de lo que al tiempo le pasa, aunque aprendamos de más instancias, pues será ello en el único verso que nos comprenda.
Un planeta convive, honra esta ágora y prisión, va y regresa desfasado, contraído en cuerpo y abstraído si pensando, construyendo lo inmóvil en el extendido tiempo-espacio desplegado, siendo pura asimetría en movimiento.
Así mi bandera:
Soy otro, pero me comunico; soy infinitamente hombre, pero rey de los míos.